jueves, 29 de marzo de 2018


Una noche de julio del 2009, mientras caminábamos junto al Sena, Carola me dijo que si ella supiese que esa era la última vez en su vida frente a la Torre Eiffel, se sentaría en el cordón de la vereda para ver la torre iluminada y se quedaría en la calle, mirándola hasta el alba, hasta que las luces fueran apagadas.
Me dio así, sin darse cuenta, una de las enseñanzas más valiosas.
Hoy mi hermana Carola cumpliría años. 
Desde aquel día, cada día, pienso cuál es mi torre Eiffel iluminada y me siento en el cordón de la vereda para celebrar el asombro hasta que se apaguen las luces.






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