Me compro ropa dos veces al año: con la liquidación de verano y con la de invierno. Mis dos abuelas eran costureras así que yo, que no entiendo nada de costura, miro como si supiera y trato de elegir prendas que tengan algo que me guste: tela, diseño, color. Esto tiene que estar en armonía con la rebaja del precio y la disponibilidad del talle. Todo un ejercicio lúdico que voy perfeccionando con los años. Cada vez es más fácil: me llevo lo que no se lleva nadie.
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