jueves, 23 de octubre de 2014


Soñé que se podía borrar el nombre de lo cierto.
Tirarlo al mar y esperar que las olas lo trituren.
Después de un rato
lo cierto se rompía
como los caracoles
y quedaba partido entre la arena.
Sin embargo, el dolor de lo cierto seguía ahí,
más elegante todavía, más filoso.
Nosotros caminábamos
sobre todo lo cierto
como si no lo supiéramos.
Pero eran nuestros caracoles rotos de lo cierto.
Y a pesar del sueño
seguían siendo nuestros pies.




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