entonces aparece la angustia en los ojos, luego baja al hombro, pasa rápidamente al pecho, la pierna, llega al pie y sin tocar el piso, sube, y vuelve por la pierna izquierda, otra vez el pecho, el brazo izquierdo, la mano izquierda, la punta de los dedos de la mano izquierda y ahí, cuando ya está todo el cuerpo tomado por la angustia, comprendo que ese recorrido no puede ser lineal, que la angustia no camina como un insecto negro, entonces me hago estallar adentro, igual que estallaría una granada, el último rastro de esperanza.
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