Un pasito más
después de la última palabra
viene el precipicio.
Uno puede pararse
sobre el filo del abismo
y escuchar.
Algunos oyen el silencio
y se llenan los pulmones
de un aire razonable.
Otros, no.
Como niños esperamos
el eco de los siglos
que regresa
irreductible
a decir lo que tiene que decir.
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