En realidad yo no sé si era Don Isa, Don Iza, o Don Issa. Pero sí que su nombre se pronunciaba así. Elegí escribirlo Issa, por puro gusto poético y por fe en el misterio, dado lo extraño de haber tenido un japonés viviendo en el descampado detrás de mi casa. Pienso, ¿y si fue un maestro que vino a enseñarnos algo que no supimos ver? ¿Y si sólo el tiempo logra decodificar por qué él estuvo ahí?
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