martes, 2 de enero de 2018


Cocinar es un ritual increíble. No hablo sólo de mezclar los alimentos sino de todo lo que pasa con la energía cuando se prepara una comida. El hecho de cocinar para otro es un acto de amor. Hace muchos años, cociné para mis compañeras,  bajo las estrellas de Pehuencó, a metros del mar. Fue la primera vez que preparé sopa. Sentí que la noche era mágica. Con los años se convirtió en mi actividad favorita. Cocino para dar amor. He cocinado para mi hermana sabiendo que se moría. Esa vez aprendí que la compasión puede cocinarse como cualquier otro alimento. Toda la soledad que tengo puede resolverse en la preparación de una comida. Harinas, frutos, semillas, carne, pura ofrenda. Intenté tener mi propio huerto pero no resultó. El universo debería permitirme cocinar, al menos una vez, en cada lugar donde alguien me hace feliz.






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