Alguna vez nos sentaremos a descansar, dijiste.
Hace siglos abrimos las cartas,
las leímos
y por no aceptar el idioma que nos pertenecía
saltamos sobre la
tabla que pasaba río abajo.
Dormimos parados en el frío.
Comimos lo que había:
una perla oscura, camalotes,
peces con espinas de
acero.
Fumamos en una sola pipa
el tabaco que quedaba.
Tragamos agua sucia.
Nos mantuvimos de pie, buscando el equilibrio
sagrado de las cosas.
Y cantamos para olvidarnos las palabras
que nos habían cruzado los ojos, la garganta.
Hace siglos, un día, entendimos que los nombres
que leímos eran nuestros,
que la casa que leímos era nuestra,
que los hijos que leímos eran nuestros.
El miedo nos volvió desconocidos
y el tiempo nos endureció los cuerpos.
Querido mío, querido mío.
Alguna vez nos sentaremos a descansar, dijiste.
No hay comentarios:
Publicar un comentario