No encontré la araña
cuando me quité su tela de la cara.
Yo caminaba entre las lápidas al mediodía.
Supe que había pasado por la tela
después de esquivar la rama de un Aliso.
De una araña que teje entre difuntos
es fácil imaginar sus patas, su cuerpo,
sus ojos atentos a la luz.
Yo no encontré la araña y sacudí mi pelo
varias veces.
Me llevó un rato desprender la tela pegajosa
que todavía queda como un recuerdo
cerca de mi boca.
Algo parecido ocurre cuando el amor sorprende.
Algo parecido a esa desesperación por quitárselo
de encima por miedo a sufrir.
A veces no se puede salir entero después de esquivar
la rama de un Aliso.
Mejor así.
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