Es la hora en que las algas nos muestran el camino. Ya estuvimos
entre el óxido y las piedras. Fuimos corridos por el viento, las aves marinas. Nombramos el dominio de los
cuerpos con la palabra feroz: tuyo. Nos quemamos
al sol después de habernos prometido los panes y las rosas. Mordimos el ataúd
que nos correspondía. Somos libres y
hermosos. Es tiempo de aceptar, irnos para que la memoria enfríe.
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