miércoles, 17 de mayo de 2017


Si se supiera,
tantas veces crecía un río
que cubría la mesa,
los pasillos de la casa,
cubría todo,
la cama,
la lámpara, los libros,
era imposible salir,
quedar a salvo,
crecía un río, como crecen
los dientes
de un animal feroz al mediodía,
crecía sin piedad,
y no importaba
que éramos buenos,
que éramos dóciles,
que éramos valientes,
crecía un río
y las manos sentían
la pulsión de la vida
pidiendo,
llorando,
todo el cuerpo chocaba
con las plantas acuáticas, nocturnas,
respirar se volvía
una catástrofe,
un pie fuera del barco,
una plegaria,
porque el agua subía,
sorda subía,
ciega subía,
queríamos decir y no,
queríamos saltar y no,
queríamos salir y no,
no,
nosotros
ay, nosotros,
que éramos buenos,
que éramos dóciles,
que éramos valientes,
mudos de las dos manos,
sosteníamos los helechos de agua,
las lentejas pequeñas
y las flores azules
de los camalotes.


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