Entonces el abrigo fue devuelto y las palabras abandonadas
fuera de la casa. El cuerpo soportó la noche y el corazón sintió la caída, el
irse del canto. Es verdad: en un tiempo bailaron sobre madera, nombraron las
cosas por su nombre y se pusieron las ropas de las fiestas. Ya no. ¿Qué humillación insiste sobre el cansancio de
los brazos abiertos?
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