El domingo, en el festival de poesía de la feria del libro escuché por primera vez leer y cantar a Graciela Perosio. No voy a olvidarlo mientras viva. Escuché leer a Dolores Etchecopar y sentí que entraron caballos en la sala. Luego escuché a María del Carmen Colombo y supe que la noche era perfecta y que no podía pedir nada más. Escuché a otros poetas, de todos me quedó algo. Y al final, cuando mi cuerpo ya no daba más, escuché a Zurita. Ahí tuve la certeza de que la poesía nos resucita.
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