Hace 3 años, en el ciclo de poesía en Bella Vista intenté algo y no resultó: puse sobre cada mesa, distintos libros de poesía de mi biblioteca, e invité a los vecinos para que lean, en voz alta, poemas de esos libros. Lo intenté varios meses seguidos. Nadie se animó.
Ayer, en la presentación de Triza, hice lo mismo. Puse sobre cada mesa (eran 10 mesas), un ejemplar de Triza, para que el libro pueda ser tocado, mirado, leído en caliente, e invitamos a leer en forma colectiva.
La lectura fue festiva, espontánea, numerosa. Algunos eligieron el mismo poema y eso puso en evidencia que un poema se vuelve otro a partir del cambio de voz, del ritmo respiratorio, de los silencios propios de cada uno. Hicieron crecer al libro.
Amé ver las manos levantadas pidiendo leer un poema.
Conclusión: con el tiempo, la poesía nos hace valientes.
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