Al lado de la librería hay una sala velatoria. Anoche alguien murió. No sabemos por qué pero dos o tres veces, un patrullero llegó hasta ahí. Los policías caminaban por la vereda mientras nosotros, sobre el patio delantero de la librería, leíamos poesía y cantábamos con suavidad bajo las estrellas. Varias copas de vino bajo los árboles, un piano afuera, una lámpara de pie encendida a cielo abierto. Fuimos sencillos, y nos fue concedida la justicia de las cosas bellas.
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