Salgo a caminar con la misma devoción que algunos van a
misa. Vuelvo de caminar con la certeza de que los árboles que respiré me imprimieron un oxígeno auténtico, un verde que me entró por la garganta, un temblor de hojas que comprendo. Yo creo en la gente y en las cosas
auténticas como quien cree en Dios.