miércoles, 19 de diciembre de 2012

La casa de mi infancia limitaba al fondo
con la cancha de fútbol.
Cuando se juntaban diez,
alguno traía la pelota
y había partido.
Detrás del arco 
había un eucaliptus
y debajo del eucaliptus
vivía Don Isa.
Pudo ser Isaac, Isaías o Isacio,
no supimos.
Parecía japonés y tenía una radio portátil.
La gloria era cuando
el alambrado
que separaba mi casa
del terreno baldío
se sumaba a la noche
y desaparecía.