hasta el día que decide
estirar la mano y atajar el cuchillo
cortando sangre y lágrimas.
Es inevitable hacer volar a la paloma.
Un día una lo hace
sabiendo que va doler
pero no importa
un día se toma coraje
un buen día
una lo mira a los ojos
al lanzador de cuchillos
tan excitante con sus filos
con todos sus bordes que nos rozan
cara piernas boca senos
y se piensa hasta acá,
hasta acá llegaste.
Entonces
con tanta adrenalina
que se podría esmerilar el aire
se ataja el cuchillo
y el acero nos cierra la mano
con un ardor rabioso.
Todo eso pasará.
No obstante, una se quedará un tiempo
consternada por los ojos de horror
del lanzador de cuchillos
al verse atajado por la mano en el aire
presentida sólo por el instinto animal de la paloma
que voló dos segundos antes de oír el grito
dos segundos antes de que la mano brotara
sobre el brazo y el piso
como una alfombra roja
sobre el final del juego.