No sé si es porque después de 6 años terminé la trilogía con
la que aluciné durante todos estos años, no sé si es porque terminó la vaguada en el
conurbano (ese fenómeno climático que llegó desde Chile y nos dejó más de 20
días sin sol), no sé si es porque en el cuerpo percibo el cambio en la dirección del viento (hoy sopla el
Pampero sobre Muñiz), o qué, pero desde ayer siento que inicié una nueva etapa,
lejos de la belleza cósmica de la imposibilidad. Todo lo vivido es sagrado y no
vuelve. La vida sigue, la poesía sigue. Lo sencillo resplandece: voy a lavar la ropa,
a colgarla en la soga bajo el sol, y
después voy a ir hasta la avenida a comprarme un lindo cepillo para el cabello
y un lápiz labial suave que me sirva de talismán contra las palabras tristes.
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