"che, pero qué bien que anda tu lapicera" me dijo Jorge Madrazo una tarde de diciembre en la Biblioteca Nacional mientras me escribía una dedicatoria. Tratamos, pero ninguno de los dos pudimos ver saber de qué marca era, de borradas que estaban las letras por el uso. Me gusta quedarme con esos detalles sencillos de la gente que admiro.
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