Algunos días todo
el cuerpo se reduce a una desesperación:
la urgencia por escribir tres o cuatro palabras que podrían estallar adentro.
La fuerza de esa desesperación me impide respirar. Lo único que se escucha es
la inocencia de un corazón que no entiende por qué no es posible que esas
palabras aparezcan escritas. Se trata de un circuito feroz que ocurre una y
otra vez. Entre episodio y episodio creo en el olvido.
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