martes, 11 de noviembre de 2014
Un salto de fe
es lo que se precisa
para cruzar la palabra
que hace fuego.
Nos dijeron, por ejemplo,
que hay signos indelebles en las manos.
La culpa es tuya
por no controlar
lo que te pasa. Así dijeron los que
una vez hablaron. Y entonces
apareció el volcán sobre la hoja
y hubo que mostrar los dedos y las huellas.
Un salto al vacío. Decir: son éstas.
Esto dice la mano cuando escribe.
Esto dice el silencio de las manos.
Amar la palabra sobre el fuego,
sobre el hecho obstinado que nos habla.
Después curar.
Curar
los pies quemados, el espanto,
levantar la flor negra si es que sale,
sonreír ante el desorden
y el olvido.
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