Desde hace un tiempo volví a escribir cartas. Encontré unos papeles muy lindos, verdes, celestes, lilas. No tienen renglones, así que la letra siempre sube una cuesta. Haber recuperado este ritual es festejar la alegría desde el inicio: buscar un papel, escribir a mano, leer lo escrito, cerrar el sobre, ir hasta el correo, despachar la carta, y esperar el aviso de que la carta llegó bien. A veces escribo dos o tres líneas. A veces envío la carta junto con uno de mis libros. A veces no envío las cartas que escribo. A veces no escribo las cartas que quiero enviar. Hoy pienso en cómo estarán las cartas que andan viajando bajo la lluvia, entre la tierra y un cielo que se cae a pedazos desde hace tres días. Llueve. Llueve. Llueve. Pienso en las palabras y el agua, en el papel y el agua, en que es ley que sólo llegan las cartas que tienen que llegar. En eso, pienso en eso.
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