Me pregunto
Donde está el que escribió
un epílogo para Juan Carlos
y su arbolito
el mismo que prologó
las sandalias de Yolanda
el que se conmovió
comentando la poesía
de Valeria en una contratapa
y saludó con laureles honoríficos
ese cauquil de Sergio.
Y aquel otro que tembló
ante unos ojos negros
vislumbrados en un tango.
O el que celebró un pubis
de ocasión efímera
en pasionales arrebatos.
Y el que en este tiempo
le canta a una mujer
que le salvó la vida
con forma de cisne
y dones incontables.
Tal vez lo vuelva a ver
en nuevas aventuras
del espíritu y la materia
inagotable de los sueños.
Aquí lo espero.
Raúl Artola
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