Estábamos con mi amiga Marisa, que vino de Mendoza por dos días a Buenos Aires, y entonces por eso estaba yo ahí, digo, yo que nunca ando por Capital un día de semana, menos a las cinco de la tarde, menos por Paraná y Corrientes, la cuestión es que estábamos ahí, eligiendo unos libros de Eloísa Cartonera para que mi amiga le lleve a sus hijos, y yo también elegía para traerme para acá, para Muñiz, y de la manera más mágica me doy cuenta de que quien me está vendiendo los libros es el poeta Ricardo Piña, tantas veces nombrado por mi querida María Belén Aguirre, y junto a Ricardo estaba, también mágicamente, Eduardo Bechara, yo había oído hablar de él cuando estuve en Río Gallegos, y ahora estaba ahí, con su proyecto de relevamiento de poetas de América del Sur. Estábamos lo cuatro ahí, mi amiga, Ricardo, Eduardo, yo, y la alegría inmensa de la poesía que nos une a través de los poetas que atan lazos, Anahí Lazzaroni, Luciana Tani Mellado, Jorge Curinao, Maritza Kusanovic, María Belén Aguirre, Liliana Campazzo, Bruno Di Benedetto, Liliana Ancalao, y seguro nombramos a otros en medio de la alegría de ese encuentro insólito en plena city. No recuerdo que alguna vez me haya sucedido algo así. Tenemos foto gracias a que a Eduardo Bechara se le ocurrió que nos tomáramos una. Una señora que pasó por el lugar nos sacó la foto. La poesía haciendo de las suyas.
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