Las chicas con suerte distinguimos
la quietud, del olvido,
y podemos andar descalzas sobre la historia
que alguna vez nos hizo
correr
con una rapidez que pasmaría al suri,
cambiarnos la remera,
mirarnos al pasar en algún vidrio,
y estar toda la tarde hablando de Rimbaud.
Las chicas con suerte llevamos
una cobra en la cartera junto al número para pedir auxilio,
soñamos con vivir en un pueblo pequeño,
donde podamos andar con el deleite libre de las águilas,
y sembramos cosas que no siempre crecen
pero somos felices al saber que sembramos.
Es que las chicas con suerte tenemos la actitud
de quien se sabe rico, quiero decir, nos sobran
los bienes en la vida: del amor no aceptamos
las dádivas de nadie, del dolor nos quedamos
con la buena memoria, de la ilusión tomamos
el vino ardiente de la espera.
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