lunes, 18 de febrero de 2019



Cualquiera podría confundir esto que brilla
con el milagro de la madurez.
Es verano.
Pienso en los frutos rojos bajo el sol.
La forma en la que están listas las cerezas,
radiantes como la sangre nueva,
los arándanos,
pequeños como un cuchillo azul,
las frambuesas, las frutillas.
Podríamos comer hasta cansarnos.
Cualquiera podría asociar esto que cae
con el placer dulcísimo de haber mordido.
Sin embargo,
aquí está mi corazón decapitado.




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