lunes, 17 de diciembre de 2018


Una línea recta entre Buenos Aires y Roma indica que hay algo así como 11.000 kilómetros de distancia entre ambos puntos. Pero la distancia nunca es una línea recta. La distancia está al alcance de la mano. La distancia se aprieta y se desarma como una uva negra entre los dedos. O se la deja ahí y la distancia crece como un mar después de las siete de la tarde. Entonces la distancia se vuelve mucho más grande que los 11.000 kilómetros que separan las dos ciudades. La distancia se vuelve ausencia. La ausencia es una parra seca en un casa sin sol.







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