Buongiorno, Roma!
martes, 27 de noviembre de 2018
domingo, 25 de noviembre de 2018
Anoche fui sola a La herrería, teatro independiente y a la gorra, en San Miguel, a ver a Luis Machin, en Mar de noche. Un unipersonal sobre la destrucción de un hombre que no asume la imposibilidad de un amor. Quien dice un amor, dice lo inesperado, lo que queda fuera de control. Sigo pensando en eso, casi como el personaje que no puede parar de pensar en dónde está la crema para la mancha que tiene en el cuello, producto de la angustia que le provoca no saber resolver ese amor, porque todo tiende a hacerse cuerpo, dice que le dijo la dermatóloga. A veces no sé a quién dar las gracias de lo que aparece en mi camino.
sábado, 24 de noviembre de 2018
Presentación de 0034 y Buitre hacia la nada, de Noelia Palma
Conversaciones sobre poesía contemporánea, pantaloncitos con perlas y mangas de camisa, con Julia Palma Solis. Ayer.
Fotos: Noelia Palma
viernes, 23 de noviembre de 2018
Estoy planchando la camisa blanca porque no sé si te dije que hoy se presentan dos libros hermosos de Noelia Palma.
A las 19 hs. Puntual en:
- pinACentro Cultural MaradonaAv. Presidente Peron 975, Morón (Buenos Aires)
jueves, 22 de noviembre de 2018
Algunas fotos de la presentación de La trilogía
miércoles, 21 de noviembre de 2018
martes, 20 de noviembre de 2018
0034 y Buitre hacia la nada, de Noelia Palma
Este viernes me voy a Morón para presentar, junto al editor Fabián Leppez, estos dos libros terribles de Noelia Palma. Después me tomo un descanso hasta fines de diciembre. Así que vení y celebramos esta poesía que nos hace temblar de belleza.
A las 19 hs. Puntual.
Todo sobre el evento en este link: https://www.facebook.com/events/242444866638404/
lunes, 19 de noviembre de 2018
La previa
Junté un montón de flores de jacarandá para la presentación de La Trilogía. Me gustaba esa imagen de las flores caídas. Hay belleza en aquello que ha caído, pensé. Las llevé a casa. Las puse sobre la mesa. A los minutos vi que la mesa estaba llena de hormigas coloradas. Aplasté las primeras diez con los dedos. Después desistí, junté todo en una bolsa y lo llevé a la parrilla. Eso es la poesía, dije, fijate vos, si no hay hormigas coloradas adentro de la belleza la poesía no funciona.
domingo, 18 de noviembre de 2018
Texto del poeta Jotaele Andrade sobre La trilogía, leído ayer en la presentación
Tres
es uno. Uno y dos son tres. Uno y uno y uno. Multiplicidad poética.
¿Cuál es la criatura que en la mañana
camina en cuatro patas, al medio día en dos y en la noche en tres? Con esa
descripción la Esfinge de Tebas divide en tres las edades del humane. La
respuesta de Edipo confirma esta división. Tan poderosa es la tríada que se la
considera la cantidad sagrada. En el Universo existen la materia, el
movimiento y el espacio. En una mota de polvo espacial nos suceden el presente,
el pasado y el futuro, allí, en el tiempo figura la Esfinge a la criatura de su
acertijo.
Hay miles y miles de construcciones
ternarias de toda índole, entre ellas un instrumento cubano que se llama Tres y
es una especie de guitarra y el ta te ti, llamado tres en línea o tres en raya,
entre otros nombres. Tres son las parcas del período grecorromano. Tres es uno.
Uno y dos son tres. Y uno y uno y uno hacen la trilogía Parisiense que
presentamos hoy.
Uva
negra - El aire - Mapa de una distancia
Grand Bourg, en el conurbano bonaerense,
Bahía Blanca al sur de la misma provincia y Paraguay, este último extendido en
la delicada trama del ñandutí y en una cronología familiar, conforman en Uva
negra una cartografía de la distancia.
En cada punto geográfico se extiende, y
se une y teje, el devenir de la historia social, familiar e íntima. Aunque no
leí los prólogos, vi al pasar que Graciela Cros menciona un eje tripartito en
la historia social, familiar y personal. Por mi arte preferí no asumir lo
personal y sí lo íntimo debido a la potencia de la intimidad de un amor en
estado de separación y sus vivencias por cada lado. Ana en Grand Bourg, donde “el amor queda lejos”. Ramiro en Bahía
Blanca, lugar en que le sucede “necesitar
oír/ la respiración de quien se ama.” La misma moneda dividida en sus
caras.
Si un mapa es un conjunto de elementos
de un mismo tipo o categoría que tienen una distribución espacial determinada,
la cartografía es el dibujo que se hace de la cotidianidad temporal para medir
las distancias ya sea a través de las cartas, ya por vía del recuerdo, ya a
través del horneado de un budín de pan hecho
“como
si nada fuera,
en
realidad, urgente.”
En esta imagen están los tironeos, los
accidentes de la realidad familiar, el tiempo ralentizado del goce, la mirada
testigo sobre el tiempo ajeno.
El ojo de Valeria Pariso es el ojo de
quien ha visto ese efecto de ralentización, eso es lo que se maneja de modo
casi perfecto en Uva negra: un tiempo vuelto la flor radial vista en un mismo
instante. Hay tiempos dentro del tiempo.
Hay un tiempo casi moroso en que se va
hacia atrás, al Paraguay como se vuelve a Gran Bourg en 1984 o en 2011 y vuelta
a Bahía Blanca. Y, dentro de él, horarios urgidos, el del trabajo:
“En
12 horas
limpia
4 casas.
Cuenta
Ana:
-
De 8 a 12, enfrente.
De
12 a 15, al lado.
De
16 a 17
limpia
la casa
de
la vieja
que
no visita nadie.
Doña
Ofelia se llama,
84
años
y
llega al baño sola.
De
18 a 20 plancha
en
la casa del médico.
Visito
a Ana.
Puedo
ver
con
claridad
cómo
se sostienen
los
restos del día
pegados
en
la falda de su madre.”
La fecha luctuosa y precisa de la muerte
del padre:
“¿Quién
olvida ese día?
29
de Marzo de 1976”.
El tiempo elástico en que tardan las
cartas en llegar. Y el tiempo desesperado escrito en las cartas:
“Respondeme,
Ramiro”
“El
asma es una puerta”
“De
repente fue
como
si nunca
me
hubieses llamado por mi nombre.
Mi
nombre no existía aquella noche.”
La distancia está hecha de horarios, de
espacio y territorio. En ese mapa pasa la dictadura, con una imagen que parece
circular, casi un oxímoron:
“El
barrio mira la muerte
con
un fusil en la cara.”
Pasa la genealogía de Ramiro en el
Paraguay y en el conurbano. Pasa el después de todo: una voz en 2011 afirmando
lo que fue:
“Ahora
lo sé,
era
tan sabia Antonia.”
Pasa la voz poética, la voz testigo como
un oráculo inútil ante lo que sucede frente a sus ojos, que la lleva a
preguntarse:
“¿Cuánto
viento es necesario
para
acercar
a
dos pájaros que tiemblan?”
La imagen de la distancia abolida como
una uva negra que se aprieta es de un hallazgo poético precioso. Cualquier uva que se prense irá
hacia el vino. Entonces la distancia se hace un licor precioso cuando en 1985,
en Grand Bourg “los perros ladran con todo el cuerpo”. No sé si habrá alguna
imagen tan bella para el revoloteo del regreso.
Uva negra cierra con un poema que es de
una ternura y una fe conmovedoras:
“Se ha sostenido el amor
a través de distancias enormes
gracias a la resistencia
de una tela de araña.”
De eso se trata, Uva negra, de sostener,
de sostener con la trama más sutil, más sedosa.
*
Mascarón
de Proa - El agua - Trasmutaciones
Si en Uva negra hay una medida de las
cosas con la distancia, un territorio en cuya cartografía hecha de actos
múltiples y cotidianos se instalaba, extrañamente, lo firme y preciso, en
Mascarón de Proa el territorio que se habita es tembloroso y desmedido, por eso
mientras se inicia otro viaje el yo poético se pregunta:
“Qué
unidad de medida nos contiene.”
La transmutación, ese otro viaje íntimo,
es una de las características del segundo libro de esta trilogía. Hay una mujer
que se arroja al mar, en sacrificio y renace, madera corroída por la sal y el
viento, como figura del mascarón de proa.
¿Qué hubo entre una y otra? ¿Entre el
espacio de ser y dejar de ser? el extravío:
“Ahora
ya no sé volver a casa.”
la inmovilidad del éxtasis:
“Seguimos
en el jardín como si no hiciera frío.
Date
cuenta: tenemos las manos inmóviles.
¿Cómo
es posible que ningún insecto
haya
devorado los pétalos rojos?
(…)
¿Qué
espíritu protege lo que cae?
Hace
años que estamos aquí.
Hace
años que estamos de rodillas
de
frente a la belleza.”
el goce de lo que muere y perdura:
“La
rosa quebrada que miramos
no
puede estar durando tanto.”
estas instancias se deslizan desde un yo
poético que para decir la zozobra del desamor construye una delicada zona de
exclusión donde el cuerpo desconecta de su potencia , de su estar cuerpo para
devenir en un otro, uno que suplanta casi todo excepto la falta. Porque, y este
es recurso literario fantástico, a ambos cuerpos, es decir al único cuerpo
hecho de carne y de madera lo une la falta. Una dice:
“Recibo
los golpes de las olas y los tajos
de
los arrecifes.
Cada
cicatriz es quemada por la sal del mar.
Me
falta una parte del costado izquierdo.
Pero
sigo.
Y
ahí estaba el corazón.”
Y la otra:
“Ya
no estoy entera.
En
algún lugar leí la palabra corazón.”
En Mascarón de proa la palabra tótem es cuerpo, allí se enclava el misterio y el
desconocimiento:
“Mi
cuerpo no entiende dónde empieza.”
Allí también hace su nido el sobresalto,
la pavura:
“El
miedo nos volvió desconocidos
y
el tiempo nos endureció los cuerpos.”
En El cuerpo va ocurriendo la metamorfosis.
“Yo
caminé hasta apretar mi corazón.
Alguien
dirá que esto no cuenta como muerte.”
hay entonces un corrimiento de carne
hacia la madera, de un cuerpo doloroso a uno inflamable pero arrastrado por el
movedizo territorio marino, atormentado por “el grito del cardumen” y por el recuerdo del otro cuerpo:
“Dicen
que le fue concedido a la mujer desnuda
con
su espalda arqueada sobre la proa
el
favor de amansar la furia de los mares.
Y
que no nos fue concedido
a
las mujeres vestidas
con
las espaldas erguidas sobre la tristeza
el
favor del olvido.”
Así viaja ese doble cuerpo femenino en
Mascarón de proa, arqueado y erguido a un mismo tiempo, hablando desde uno y
otro lado, dando un discurso poético que cierra ambas voces en una al decir:
“Pero
quién quitará de mi memoria
el
viento en la cara
de
los días felices.”
El
castillo de Rouen - Lugares simbólicos - Cuerpos como engranajes.
La primera impresión es que la distancia
de Uva negra y de Mascarón de proa deja de tener un espacio referencial: Bahía
Blanca, Grand Bourg, horizonte marino, islas para ir e instalarse en un
territorio hecho de tiempo indefinido. Ahí se vuelve borrosa la referencia,
Údine es un lugar que se parece a Údine, Domrémy pasa de Francia a Italia y
viceversa.
Esta distancia trastoca, extralimita la
identidad de un yo poético y la extiende seiscientos años hacia atrás para, por
un lado, diversificar ese yo, multiplicarlo y por otro establecer conocimientos
propios en ese yo, para hacer más contundente la singularidad.
Suceden una abolición de la distancia e
imposición de la distancia y un juego de ser y dejar de ser.
¿Dónde se encuentra ese gesto de abolir
e instaurar a un mismo tiempo? en ese corrimiento que nos dice la voz poética:
“yo
debí bajar mi corazón”
El corazón es el símbolo de la potencia
emocional humana y, como hecho simbólico, sus acciones se mueven en el plano territorial,
temporal y corporal del ser. Bajarlo es correrlo, descorrerlo, quitar de un
lugar, moverlo. Es ir desde una altura, el momento presente, hacia lo que queda
atrás, lo bajo, lo hundido: el pasado. Crear un territorio en la fisura, en esa
brecha que se abre, instaurarlo.
El distrito una vez descubierto funciona
como lugar donde se es/ no se es, de estar y no estar. Esa condición del yo logra
en una primera instancia una identificación con la otredad:
“Cada
una tenemos, más o menos, 600 años.”
y luego, más profundamente, una
conexión:
“Cuando
pisé la nieve
unas
manos tomaron
mi
voz entre sus manos.”
esta operación de traslación de lo
singular a lo singular pluralizante sitúa una doble dimensión yoica donde es
menos trabajoso aceptar:
“Soy
vieja para una primera revelación.”
en este reconocimiento el yo poético
trabaja sobre la extimidad, es decir la intimidad exterior propia, y es, a la
vez, el punto común con la Doncella de Orléans y con otras feminidades. Da en las
lentas revelaciones del punto en el círculo y viceversa:
“¿De
qué se alimenta el círculo desnudo que hicimos bailando
hace
seiscientos años?”
El yo pasa a ser múltiple femenino, a
configurarse territorio común:
“A
partir del tronco de un árbol
hicimos
un gran cuenco.
Adentro
colocamos cuatro piedras
pequeñas
y redondas, hojas verdes,
la
voz con que elegíamos llamarnos,
y
unas hebras de lana de colores.
Lo
forramos con cuero
y
lo pintamos con sangre.
No
hay amor sin música, dijimos.”
“La
unción consistió en juntar las manos
sobre
el instrumento para que nos reconociera.”
La voz que ha sido tomada por otras
voces, para decir ese territorio que ha creado, es decir para resignificar ese
mundo y abrir y cerrar lo circular, debe aprender un nuevo idioma o recordarlo,
tal como dice el yo poético:
“Recuperé
un idioma que creía negado.”
Si lo real, lo imaginario y lo simbólico
son tres registros que posibilitan conjuntamente el funcionamiento psíquico, de
modo que cualquier entidad, proceso o mecanismo de lo psíquico puede ser
enfocado y analizado en sus aspectos imaginarios, reales y simbólicos.
Esta tríada vista desde la recuperación
de un idioma es poder significar un
mundo.
En El castillo de Rouen estos
desplazamientos del yo poético no sólo conforman una tópica, es decir constituyen
una estructura que se puede representar, sino que lo que revelan es un
territorio otro, un yo extrañado, donde ondea la bandera de un mismo feminismo.
Este territorio, tanto emocional, como intelectual, y real, está consagrado al
ritual:
“Ejecutamos
hechizos, rituales y conjuros.
Quemamos
ramas y hojas para que el viento
nos
llevara lejos.
Cantamos
e hicimos música durante varias noches.
Danzamos
descalzos y la nieve no nos quemó.
Comimos
con las manos los frutos y la carne.
Consultamos
los espíritus de nuestros antepasados
y
fuimos respondidos.”
Es un lugar donde el hecho fáctico del
amor sucede:
“Creí
estar en Údine
cuando
amé y fui amada”
El amor no existe: es. Por lo tanto está
siendo, sea o no Údine. Y aun cuando la
noción ámbito, de atmósfera sea imprecisa puede ser, también, el lugar perfecto:
“Cuando
llegué al terreno de la nieve
en
lo que yo creí era región de Údine
el
universo me mostró su paraíso.”
Estos desplazamientos construyen una
idea espacio temporal del feminismo donde se abarca el pasado, el presente y el
futuro. Por un lado se construye una sororidad venciendo la imposibilidad
histórica, hay un cuerpo femenino que desde el pasado está expuesto a la hoguera
sobre él sucede otro cuerpo que desde el futuro viene con la nieve y se funden
en un círculo ritual. Ahí se lanza la gran pregunta sobre la perduración.
“¿De
qué se alimenta el círculo desnudo que hicimos bailando
hace
seiscientos años?”
Y, por otro lado, esta espacialidad de
la idea política del feminista también expone su llegada tardía en el yo
poético:
“No
me defenderé del delito de perjurio.
No
me defenderé del delito de herejía.
Pero
¿qué le diré a mi hija cuando pregunte
qué
hice con la piedra del coraje?”
Territorio en lucha, feminismo,
sororidad son los tres planos donde se asienta El castillo de Rouen, un símbolo
apropiado, por un lado y por otro resignificado como recordatorio de lo
descarnado, de la bestialidad.
**
Epílogo
- El viaje como la ficción del olvido.
Si en Uva negra la distancia territorial
se alarga y acorta por la tensión que producen el deseo y el fervor de los
amantes; si en Mascarón de Proa la distancia es un plano marino que se
despliega y en ese desplegarse suceden la mutación de figura de madera y figura
de carne; si en El castillo de Rouen la distancia es temporal y confusa, la
metamorfosis entre un cuerpo que es otro cuerpo; estas tres permanencias de lo
mutable, de lo que se mueve, trasladan las falsas escenografías del olvido, las
levantan para que se representen las escenas memorables de una vida. Es decir,
los mismos decorados de un viaje fulgurante al que se vuelve siempre, porque
siempre está sucediendo y es toda la justificación de haber existido.
Jotaele Andrade,
noviembre 2018
primavera con sospecha veraniega en CABA
sábado, 17 de noviembre de 2018
¿Vieron que ayer les conté que viví una mañana inolvidable junto a los chicos de la secundaria 22 del barrio La Pinta?
Bueno, parece que todos los que estuvimos ahí sentimos lo mismo. Así lo cuenta la profesora Maru Gallagher:
"Café literario E.E.S. N 22 Barrio La Pinta, San Miguel. ¡Ayer vivimos un encuentro maravilloso! Encuentro con escritores, concurso de cuentos, sorteo de libros y más. Nos metimos con la violencia de género y las mujeres heroínas en la literatura. También con la identidad de género bajo la lectura de "Yo nena, Yo princesa" de Gabriela Mansilla. Una lectura al margen, lectura no obligatoria, lectura por curiosidad, lectura por placer. La lectura de Valeria Pariso nos metió en una nebulosa de ensoñacion, reinaba el silencio. Te admiraron Valeria. Como decía Cerati, "la poesía es la única Verdad" y ellos lo entendieron. Me volví satisfecha y llena de abrazos y lágrimas, porque también hubo momentos muy emotivos. La literatura no nos deja indemnes. gracias por todo a mis cómplices 😉."
Aquí, algunas fotos, cortesía de Maru Gallagher.
HOY
Llegó el día. Vamos a sorprendernos. Yo tampoco sé qué van a decir o leer los presentadores. No sé qué canciones va a cantar César. Soy una más en el asombro. Mientras esperamos que se hagan las 6 de la tarde, les dejo un poema de Uva negra. Vengan y nos vemos.
Todo sobre el evento aquí: https://www.facebook.com/events/606207176461467/
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