A esto le paso un trapo húmedo y sale, me dijo el vendedor de La alameda, una feria de libros usados, el sábado, en Mendoza, viendo la tapa del libro. Bueno, dale, lo llevo, le dije y me traje Fastos,de Arturo Carrera. Hoy, ya en Muñiz, me encuentro que en la última página hay un regalo anónimo, inesperado, escrito con lápiz negro:
“la poesía debería ser el nacimiento de una percepción, algo así como cuando temprano a la mañana vamos a trabajar, todavía no amanece y cada movimiento parece extraño, separado por un vidrio o una lámina de fibra transparente. Vemos las imágenes pero no escuchamos las voces, las personas por un momento son objetos, construcciones quizás pero sin rostro, entonces nace el día y esos objetos empiezan a respirar y esas construcciones dejan de ser de adobe o concreto”.
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