Hace unos días,
en San Luis, caminé adentro de una mina.
Recuerdo la oscuridad, la falta de aire
en algunos momentos. Las ganas de llorar. El agua hasta los tobillos. La prohibición
de tocar las piedras. La certeza de estar en un lugar inolvidable. El asombro frente las vetas azules. La tierra que se había vuelto cielo. La esperanza y el cansancio de todas las manos del mundo.
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