lunes, 31 de agosto de 2015


No hablar de la tristeza.
No cantarle.
Desarroparla. 
Quitarle el agua.
Volverla un perro puro hueso.
Y  luego
atarla a un poste de luz en plena calle.
Sabernos malos.
Ser crueles con el pobre animal de la tristeza.
Irnos.
Dejarla:sin sombra, sin llanto, sin correa,
sin más remordimiento ni esperanza,
sentir cómo es un cuerpo que no pena,
qué tan liviana un alma sin recuerdos,
cómo se muere más cuando no duele.




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