Ahora que tengo
la alegría de saber que los resultados de la cirugía dieron bien, ahora que me
esperan cinco años de controles rigurosos hasta el alta definitiva, vuelvo a
leer a Alejandra. Tuve la necesidad de leerla desde que me dieron el
diagnóstico. No podía. Pasaba la mano
sobre su Prosa completa y no la abría. Dicen los que saben que a Alejandra no se la puede leer cuando uno está mal, que hay que leerla
cuando uno está bien. Creo en eso. Y
si bien yo no estaba mal, tenía miedo de caer. Pizarnik me lleva al silencio.
Me hunde en la unión del dolor y el asombro, como si con la misma mano que
acaricio a la muñeca más hermosa del mundo
yo le quitara los ojos para no ver.
Hoy volví a
leerla: UNA TRAICIÓN MÍSTICA. Leí con
miedo. Leí como quien se va. Leí como quien no se atreve a volver a entrar por
temor a ser dolido otra vez. Porque del coraje no se vuelve. Por eso aprendí
a estar de pie.
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