De noche, el verano
no apacigua los sueños.
El sol de cactus quema
hasta el granito negro
de la mesa de jardín.
El aire no se mueve.
Mis
perras se aferran
a la humedad del piso.
Afuera hay un cielo celeste
que
rompe los ojos.
Quiero una casa de agua,
como en el cuento de Felisberto Hernández.