Miro con insistencia los castaños nevados.
Hace mucho tiempo que los miro.
Ahora cae la nieve sobre las ramas y el patio.
Cae desordenada y majestuosa,
como caen los hechos que no esperamos.
Todo es movimiento, me digo,
es preciso atender a la naturaleza:
los castaños reciben la nieve
pero no hubieran podido anticiparla.
Eso es,
debe ocurrir lo mismo con ciertas decepciones.
Nadie puede ver la nieve antes de que empiece a caer,
ni siquiera los castaños,
ni siquiera los pájaros más altos,
ni siquiera los mineros que saben todo
sobre los estallidos y los temblores
podrían haber visto la nieve
antes de que empezara a nevar.
¿Sabrán las monjas cómo se ven de tristes
con su ropa negra caminando sobre la nieve?
¿Acaso ve el ciervo la cuna del cazador?
Así aparecen gestos,
actos, omisiones asombrosas
desmoronándose sobre nosotros.
¿Lo hubiéramos podido prever?
Nieva.
Nieva porque hay cosas
que solo existen cuando caen.
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