Caí
como la manzana sobre la cabeza de un ángel.
Lo supe el día que pregunté por Dios.
Atravesé el misterio de no reconocer
la alegría,
el dolor,
la pena,
porque todo parecía lo mismo:
el agua parecía agua
y yo no distinguía entre la lluvia,
el mar, las lágrimas, un lago;
el frío parecía frío,
y era lo mismo la nieve, la ausencia,
el silencio.
Ah, cuidado, me dije,
en el desconcierto
anida un ave rapaz
y me desmayé antes de ser valiente.
Más de una vez, me levanté
como se levantan los frutos del suelo:
necesité una mano.
Si hago memoria
todo en mi vida es igual
a esas películas francesas
con final abierto:
me quedo sentada
hasta que logro
juntar coraje
y levantarme
sin entender qué pasó.
Precioso poema.
ResponderEliminarMuy interesante todo tu recorrido. Iré leyendo tu blog.
Un abrazo
Con mucha altura👍
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