jueves, 22 de octubre de 2020

 

Has dado poco amor.
Es cierto, y también
es cierto
que otra vez
alguien te amó
y amaste tanto
que el asombro te hizo dudar
de la existencia de la muerte.
Y hubieras querido amanecer
en los días tibios bajo la parra
muchas veces al día.
Amanecer diez, veinte, treinta veces,
abrir los ojos y gritar:
por fin la suavidad sobre las hojas,
la victoria esperada de los brotes,
el verde furioso en los racimos.
También yo fui así de feliz.
También yo dormí bajo la parra.
Hay que guardar ese alimento,
flor iluminada del hospicio,
porque aquí estamos,
despabilados,
solos como antes,
y no nos hemos muerto de amor.


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