Árbol del misterio, acá está la duda luminosa,
la cerveza fría, la espuma del coraje,
son sus manos las que sostienen las camelias blancas
para arrancarlas y darlas en ofrenda.
He bebido con él.
He hablado con él
hasta olvidar qué decía.
Llegamos a contar
ciento doce estrellas antes de rendirnos.
Hemos perdido tiempo contando estrellas.
Hemos ganado tiempo contando estrellas.
Hemos bebido poco.
Sin embargo, él ha arrancado tantas flores
y las ha dejado sobre todas las baldosas de mi casa
que sería posible no
tocar el piso nunca más.
Qué maravilla.
¿Cuánto durará la vida para vivirla de este modo?
¿Cuánto la sed?
¿Cuánto la ilusión
fabulosa
que nos mantiene alertas y entregados?
Árbol del misterio, no voy a devolverte las camelias blancas.
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