En un mes voy a conocer la casa natal de mi abuelo Luis. De él recuerdo que me dejaba comer helado sentada sobre su pantalón. Que era comunista. Que olía a tabaco. Que me preparaba batatas al rescoldo y, de postre, yema de huevo batida con azúcar. Que amaba a su pino porque le acercaba el olor del bosque. Que murió cuando yo tenía 7 años. Que desde entonces me descompone el olor a comida de hospital. Que cantaba Chao bella ciao. Sí, los hombres de mi vida siempre fueron mágicos.
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