Ayer a la tarde, cuando volvía de mi caminata, en los
últimos 3 kilómetros, comenzó a llover. No quise apurarme. Todo era hermoso: las ramas de las moreras con sus frutos pesados por el agua, los lapachos y los paraísos en flor, un perro que caminaba solo. Pude oír el agua sobre los árboles, sobre la senda para bicicletas, sobre mi ropa. La acción de caer puede ser un espectáculo. Todo el tiempo pensé en la belleza de las cosas que nos dimos.
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