TRIZA
La ausencia actúa en los textos de este nuevo libro de Valeria Pariso como el líquido revelador que usan los fotógrafos. Pero en el poema lo revelado no se congela sino que extrema su fugacidad, ofrece el destello de una presencia, el prodigio de su instante.
Cuando la catástrofe del amor hizo estrago, cuando la poeta dice: he arrojado todo al precipicio./Ningún orden es posible ahora, lo que queda y ampara es algo pequeño, trémulo en la fiesta de su precariedad como una flor en la mano o pulverizándose dentro de un libro. Un gesto levísimo podría demoler un jardín, dice Valeria Pariso, ese jardín aparece y desaparece en los poemas como una respiración que sólo la incertidumbre nos concede.
Con un tono coloquial y lírico a la vez, cada poema renueva la pregunta: ¿cómo es posible que no exista palabra para nombrar a esto? El remordimiento, la esperanza, el amor, el abandono, el dolor, la belleza, ¿cómo nombrarlos? Esta perplejidad, la permeabilidad a su hechizo, vuelve a esta escritura entrañable y verdadera. Lo que hará la poeta, a la par del viejo constructor de muelles, será, cada vez, correr la línea entre la nada y el sueño.
Y de pronto, esa palabra inalcanzable que tantea el poema nos atraviesa lacerante como el sonido gutural del llanto de un camello en el desierto. Algo sucede entonces, se ha quebrado una letra del dolor y por esa grieta o triza entramos al libro.
Dolores Etchecopar
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