Dame la piedad de la duda.
La tibieza de la duda.
La suavidad de la duda.
A vos, te hablo, corazón.
¿Oíste alguna vez
llorar
a un camello en el desierto?
Oí.
No hay agua.
No hay
agua.
El camello lo sabe.
Ese sonido gutural que abre
la arena en dos
es la letra del dolor.
¿Oís?
No es la falta de agua lo que llora.
Es la certeza.
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