Mientras desayuno
con mate elijo los textos para el taller. Hace mucho frío y acaba de apagarse
el alumbrado público sobre los fresnos. No hay viento, creo. Todo día es incierto. El calor aparece cada
vez que encuentro una línea marcada por el lápiz negro que usé la primera vez
que leí lo que ahora vuelvo a leer. A
veces, decirlo en voz alta, me consuela:
los lápices negros son un sol en la memoria, un camino iluminado por las
manos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario