Estaba desde antes de
que yo llegara. Cuando escuchó su nombre, ella, la china, se puso de pie y su
falda de tul negro se movió de un lado para el otro como si de verdad fuera a
bailar. Tenía sandalias brillantes y una cartera dorada. Verla pasar desde la silla de la sala de
espera hasta el consultorio del cirujano fue maravilloso.
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