miércoles, 7 de diciembre de 2022

 

Te estoy hablando como si no existieras

como si fueras algo muerto o terminado

igual que el hueso de un durazno.

 

Tu corazón se parecía a un fruto

pudriéndose en lo alto.

 

Querido: mi voluntad asustaría a las monjas.

 

Así que fui por vos, como quien entra

sin un fusil

en un campo de combate.

 

Todo era triste y todo era tan nuevo

que no dudé en tomar lo que caía.

 

Quien pudo amar así comprenderá qué digo:

 

Por más vivo que esté

no resucita el corazón difunto.

 

Cierro mi estómago a tu soberbia

confiada en las bondades del ayuno.

 

Querido.

 

Quisiera no pensar así cuando te nombro.


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