El sábado dejé Muñiz para ir a leer a Literatura viva, en la zona del Abasto. Lidia y Gerardo fueron dos anfitriones exquisitos. El espacio me resultó fascinante. Un bar colorido que funciona debajo de un atelier. En la carta se ofrecía para merendar una única opción: budín casero o tostados. La vida a veces consiste en saber elegir entre eso: dulce o salado. Así de simple. La cuestión es que me reencontré con amigos poetas, recibí varios libros que voy a leer con absoluta dedicación, descubrí voces, volví a escuchar a poetas que admiro, me conmoví, fui feliz. Llegué al conurbano casi entrada la medianoche. Me dormí de madrugada pensando en la opción de la carta y pensé que la poesía también se debate entre lo dulce y lo salado. Elijo la sed. La poesía que me gusta da sed, una sed desesperante, terrible, extrema, me obliga a pedir agua, a suplicarla. Que siempre lea y escriba con sal en la boca.
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