domingo, 16 de febrero de 2014

La casa mágica de Paula

El viernes fui a visitar a Paula,  hacía más de 7 años que le debía esta visita, y así y todo pasó a buscarme en auto por casa para que yo no tuviera excusa. Llegamos. Lo que sigue es maravilloso: cientos de plantas creciendo libremente como si fuesen pájaros,  bibliotecas por todos lados, tres gatos que parecen moverse nada más que para demostrar que la casa les pertenece y un perro que se acuesta sobre los pies del invitado sólo para que se sepa que ahí nadie está en guardia, que es un lugar donde se puede estar tranquilo. Paula me regaló, además de libros, un montón de esquejes de las plantas que ama: hiedra, jazmín del país, un tipo de suculenta que yo no tenía, otra de hojas violetas alargadas que no sé cómo se llama, y la mejor de todas, una rama de la planta de frambuesas. Es la primera vez que veo una planta de frambuesa: es hermoso que un fruto tan delicado pueda crecer en medio de tantas espinitas. Me hizo acordar a mis cactus con sus flores increíbles. La poesía es el asombro. Lo sé. A veces las cosas me llevan demasiado tiempo y, aunque yo intuía que Paula tenía una casa mágica, el viernes pude disfrutarla junto con un té de naranja debajo de sus árboles enormes repletos de flores rosas y cotorras.