En la plaza Colón
de Mar del Plata
las tardes de verano
hacían buñuelos.
Eran esponjosos
aireados fritos grandes
con manzana caliente
y azúcar que crujía.
Recuerdo que mi padre
los traía
en un nidito tibio
entre sus manos.
Mis hermanas y yo
los esperábamos
más que a los caracoles,
más que a las olas suaves
que empujaban
nuestros cuerpos pequeños.
Esperábamos los buñuelos
valencianos
todas las tardes
de ronda por la plaza
Jurábamos por ellos:
nos portaríamos bien
no pelearíamos
sacudiríamos la arena
de cada zapatilla.
Ah, qué buñuelos
tan exquisito,
nacidos en la plaza
junto a los árboles.
tan exquisito,
nacidos en la plaza
junto a los árboles.