jueves, 7 de febrero de 2019


Así como existe el camino del puma
regido por la carne,
y los pájaros verdes hacen ruido temprano
entre las semillas,
y algunos insectos dan cuenta
de la realidad del durazno sobre el suelo,
estoy sentada bajo un árbol
que da una sombra
parecida a nosotros.

No he comido.

En silencio, observé por días, el devenir del ciclo.

He unido el puma, los loros, las moscas, los gusanos,
la carne, el durazno.

Me centré en el durazno, sobre todo.
La forma en que se altera la belleza.

Pude ver la incidencia de la humedad y el calor
sobre la delicia de aquello que madura.

La urgencia con que la mirada
puede correr
del hambre al asco.

Que la vida nos perdone, querido mío.

No fueron nueces el alimento que nos dimos.




3 comentarios:

  1. Camino por tu poema con la sensación de quien encuentra una costa habitable; así que dejo el paso y leo con gratitud. Palabra necesaria, emoción y cadencia. Enhorabuena y feliz jornada.

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  2. Muchas gracias, José Luis. Bienvenido.

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  3. Entonces este poema es un recuerdo del futuro con aires de pasado y la sutil observación de la vida del poeta, un pedazo de vida.

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