domingo, 24 de febrero de 2019



Anoche, mi padre me invitó a cenar afuera para celebrar que los estudios anuales dieron bien. No lo hacemos muy seguido así que me puse un vestido lindo y zapatos de taco. Fuimos a un lugar nuevo en el pueblo. La comida estaba fea, recalentada. El trato no nos gustó.  Mi padre casi no comió lo que había pedido. Pucha, pá, le dije, qué pena. Sonrió. No pasa nada, hija, ahora ya sabemos, dijo mi padre. Eso quiere decir, en lenguaje familiar, acá no volvemos más. Sé que será así.  Aprendí de mi padre las cosas claras y también las definitivas. No se vuelve a los lugares donde el amor no se siente en lo que se hace.




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